Camiliño Josesiño estaba encantado con esto de ir a
clase, pero también le gustaba estar en Padrón, en el Espolón, jugando con su
amigo Bufariñento.
Y allí estaban los dos, Camiliño Josesiño y su amigo Bufariñento, el día que conocieron a los niños de la escuela de Carcacía. Ellos habían ido a ver la estatua de Rosalía y Camiliño Josesiño les enseñó la suya, una que le pusieron cuando de mayor ganó el Premio Nobel y todos le llamaban Don Camilo. Después estuvieron un rato jugando hasta que llegó el momento de despedirse: los niños tenían que volver al cole y Camiliño a su museo. Pero Fariñento no tenía nada que hacer, así que podía ir a clase unos días.
"Al cabo del tiempo se recuperó y, aunque
estaba flaco y casi sin plumas, podía ya sacarlo un poco al jardín, a que
tomase el sol y picase la verde y fresca hierba. Bufariñento me cogió cariño y
venía cuando le llamaba o andaba detrás de mí, como un perro. Cuando creció era
alto y desgarbado, pero con cierto aire distinguido. La señora María quiso
devolverlo al gallinero pero yo la convencí para que no lo hiciese."
Y allí estaban los dos, Camiliño Josesiño y su amigo Bufariñento, el día que conocieron a los niños de la escuela de Carcacía. Ellos habían ido a ver la estatua de Rosalía y Camiliño Josesiño les enseñó la suya, una que le pusieron cuando de mayor ganó el Premio Nobel y todos le llamaban Don Camilo. Después estuvieron un rato jugando hasta que llegó el momento de despedirse: los niños tenían que volver al cole y Camiliño a su museo. Pero Fariñento no tenía nada que hacer, así que podía ir a clase unos días.
Cuando Camiliño Josesiño fue a la escuela
a recoger a su amigo ¡menuda sorpresa que se llevó! Los niños de Carcacía le
habían buscado unos amiguitos para que no echase de menos
a Camiliño...
Y todos juntos pasaron unos días estupendos leyendo un libro que escribió Camiliño Josesiño en el que
cuenta sus aventuras con Bufariñento. Y también dibujando, escribiendo, cantando,
jugando...
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